Nunca hemos perdido el contacto. La distancia nunca ha sido un problema cuando hemos querido saber la una de la otra. Siempre hemos tenido tiempo para felicitarnos por nuestros cumpleaños, escribirnos unas palabras de ánimo cuando sabíamos que la otra lo agradecería y para preguntarnos por la vida en general, al margen de la crisis económica que hacía estragos en nuestras vidas.

Sólo hubo una ocasión en la que no pude responder a uno de sus mensajes. Trabajaba en Londres en una cafetería, que pertenecía a una empresa con negocios de hostelería repartidos por toda la ciudad, en la que tenía un contrato de cero horas. Estos contratos suponen que el trabajador está a expensas del negocio que haya, es decir, en temporada baja pueden trabajar unas 25 o 30 horas a la semana, pero cuando hay más movimiento les suelen poner horarios de unas 50 horas mínimo y llegando a ser unas 70 en algunas ocasiones. Y evidentemente, siendo mujer como soy, cobraba menos que los hombres en el mismo puesto y desarrollando exactamente las mismas funciones, excepto algunos, que claro se podían negar a fregar o limpiar. Cuando dejé de trabajar en aquel sitio decidí que nunca más dejaría un mensaje de La Voz sin responder.

Cuando terminó mi periplo por Reino Unido y volví a casa, ya asentada, hice un listado de las veinte personas a las que quería volver a ver aunque sea una vez más y La Voz estaba en esa lista, entre los diez primeros puestos.

Nuestro encuentro se produjo la tarde del 20 de abril, pero no del 90, sino del 2017. Le mandé un mensaje, muy nerviosa, diciéndole que ya había llegado al punto de encuentro, las puertas giratorias del centro comercial más joven de Pozuelo ¡Por fin volvería a ver a la voz!

Quienes conocemos Pozuelo y sus medios, sabemos quién es La Voz, al menos la de aquí, la de Pozuelo. Pero no sólo sabemos quién es ella sino cómo se llama y, más aún, cuánta pasión siente por hacer algo diferente en este momento. Nadie como ella conoce la historia y curiosidades de cada calle y de cada uno de sus rincones. Vive y transpira Pozuelo por todos los poros de su piel y es una gran maestra si te quieres adentrar en el mundo de los medios locales.

En aquel encuentro llegó la pregunta: ¿Te gustaría colaborar? Yo, estresada por las mil cosas en las que estaba metida en aquel momento, tuve que contestar que sí, pero cuando llegase el momento. Entonces quise aplicar aquél dicho de que “quien mucho abarca poco aprieta” porque si volvía, que por lo menos fuera para poder escribir durante unos meses. Ese momento tenía que llegar y mientras estoy aquí, sentada delante del ordenador, escribiendo, la sensación no puede ser más dulce.

Y es dulce porque me lo debo a mí y se lo debo a ella también. La Voz lo fue todo durante un tiempo. Nos conocimos en un medio local y aunque ella tuvo que tomar otro camino y dejar el espacio que hacía nunca me abandonó a mi suerte. Me llamaba dos o tres veces por semana para sugerirme temas, para hablarme de acontecimientos culturales que se celebrarían en Pozuelo en aquella época. Me hablaba de colectivos como la Asociación de Ayuda al Pueblo Saharaui Bir Lehlu o la Asociación Cultural La Poza que luchaban por los derechos humanos y promovían actividades muy interesantes para gentes de todas las edades.

El caso es que he decidido volver porque no se puede dejar de luchar por aquello en lo que uno cree y, sobre todo, porque lo que tenga que pasar, pasará. Podría pasarme mil horas hablando de La Voz, pero dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno, así que quizás sea hora de despedirme hasta la próxima.

Adriana Lorenzo Maortua

Adriana trabajó durante nueve meses en un grupo de comunicación de Pozuelo de Alarcón realizando tareas relacionadas con el periodismo digital y radiofónico y en 2009 pasó por la redacción de La Voz de Pozuelo. Cuando la revista era en papel. Ahora se está planteando regresar a un mundo del que nunca se ha marchado