El que viene seguro tocará un rock and roll porque, además de fundador, fue cantante de Tequila; el grupo argentino que en tan sólo siete años revolucionó el panorama español. Alejo Stivel es uno de los productores musicales más reconocidos del país. Grandes éxitos como «19 días y 500 noches» de Joaquín Sabina, «Dile al sol» de La Oreja de Van Gogh o «El Canto del Loco», el primer disco de la formación de Dani Martín, llevan su firma. A Pozuelo llega con «Adiós Tequila, Hola Alejo», un concierto que promete. Donde repasará grandes éxitos de la bebida mexicana como Salta, Me vuelvo loco o Dime que me quieres.

Esto pasará el sábado 7 de septiembre, a partir de las diez y media de la noche, en el marco de la decimoséptima quedada generacional donde también está prevista la actuación de DJ Andrés Vázquez (que el año pasado se quedó con la ganas de darlo todo). Y pasará en la plaza del Padre Vallet, a escasos metros del lugar en el que estaban Norte y JM.

Lo del viernes 6 en la carpa NO ES LA QUEDADA que hace casi dos décadas imaginaron y parieron Óscar, El Rubio, Juanma y Pachón. Aunque en el programa de festejos le hayan llamado «Noche Ochentera» y en su párrafo explicativo se lea que es la noche de los nostálgicos, la noche en la que los vecinos de Pozuelo de Alarcón damos rienda suelta para juntarnos con los amigos de siempre.

No exactamente. Desde luego una cosa no quita la otra y los chicos de la Banda del Capitán Inhumano, Cómplices y Amistades Peligrosas son muy majetes. Igual que Carlos Moreno; el maestro de ceremonias. Pero al César lo que es del César.

Con algo tan esperado conviene no jugar al despiste. Porque se consigue y algún despistado podría pensar que el tradicional encuentro de «Egeberos» se ha trasladado a la carpa y nada más lejos -nunca mejor escrito- de la realidad.

No fue fácil conseguirlo pero, aunque cambiando el día, la Quedada se Quedó en el pueblo. Donde debería estar siempre. Porque de lo contrario, dejaría de tener sentido.

Y, que conste en acta, que todo esto es sólo una humilde opinión.

Asunción Mateos Villar