Según el diccionario de la Real Academia un pub es un local público, de diseño cuidado, donde se sirven bebidas y se escucha música. Hasta 1998 hubo uno, de tres plantas, en el corazón de la ciudad. Abrió sus puertas el siete de septiembre de 1979 en la calle Luis Béjar, coincidiendo con las Fiestas Patronales y las cerró a finales de los años noventa. Se llamaba J.M. y es de los más recordados de la ciudad. Porque supuso un antes y un después en la oferta de ocio de Pozuelo de Alarcón. Sobre todo nocturno. Pudo haber sido un almacén de fontanería o una tienda de electrodomésticos. Pero Concha, más conocida como la tía Machaca, recomendó a su hijo que abriera un bar porque siempre estaban llenos. Ella había regentado la taberna que hasta hace un par de meses era la sede de la Peña Atlética Pozuelo y estaba convencida de que la gente podía pasar sin lavadora pero no sin bares. Siempre fue una adelantada a su tiempo. A ese de mulas, callejones y vino de pitarra. A diferencia de la abuela, sus nietos, Mari Carmen y Raúl Lázaro, no sirvieron ni un sólo chato pero pasaron muchas horas en el pub al que pusieron por nombre las iniciales de su padre, Juan Manuel. Con ellos, a pocos metros de lo que ahora es un estudio de arquitectura, descubrí que tenía que haber bajado mucho más sus escaleras.
Los comienzos del pub verde que tenía otra puerta frente al Bar Norte no fueron fáciles. Juan Manuel Lázaro y su esposa, Charo González, vivían en un hotelito de la colonia de la Paz y compartían vecindario con los descendientes de Javier Fernández Golfín, Felipe Clemente de Diego y Antonio Becerril. Entre ellos había una relación de amistad. Tanto es así que la nieta del último, Margarita, es la madrina de bautizo de Mari Carmen.
En una de las colonias con más historia de Pozuelo de Alarcón el matrimonio Lázaro González vio dar los primeros pasos a sus hijos. Aquellos fueron tiempos felices. Que cambiaron porque para montar el J.M. tuvieron que vender aquel chalé con jardín. Raúl Lázaro era un crío cuando sus padres se cambiaron a un piso de la calle Norte. Se lleva dieciséis años con su hermana que estaba casada con Vicente Crespo pero seguía viviendo en la casa familiar. Así que todos juntos hicieron las maletas y se trasladaron al centro del pueblo.
Raúl estudiaba en el Liceo Sorolla cuando su cuñado Vicente se hizo cargo de la gerencia del pub J.M. y recuerda que después de las clases dejaba la mochila en casa y se escapaba corriendo al local para pinchar música. Disfrutaba como un niño… lo que era. Luego amplió su afición a los fines de semana y llegó a ser disyóquey de otros lugares míticos como La Sucursal o El Andén. Del negocio familiar todavía conserva unos platos, mesa de mezclas y decenas de vinilos. “Los ochenta y noventa fueron décadas maravillosas desde el punto de vista musical. Recuerdo que yo mismo me acercaba a Madrid para comprar los discos que luego ponía en el pub; me gustaba sobre todo el pop-rock nacional pero también Los Chichos y Los Chunguitos”.
Antonio, Los Mingas y El Albero
No puedo evitar poner cara de sorpresa mientras lo cuenta porque desde pequeña me encanta la rumba. De haberlo sabido me habría pasado a bailar con alegría éxitos como “Dame veneno” o “Ni más, ni menos”. El caso es que frente a la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora se había establecido una base de operaciones para compañeros de trabajo, amigos y camareros de locales cercanos que acudían al cerrar para jugar al mus y tomarse un cubata. Las tardes con sus noches discurrían a ritmo de animadas conversaciones, bailes en la pista, combinados, partidas de billar y algún que otro campeonato, dardos, futbolín y películas proyectadas en K8 en perfecta armonía con el cine Dalia. Pero faltaba algo…
Dice Mari Carmen Lázaro que Antonio Valdenebro está tras el éxito del pub que los domingos servía de aperitivo la tortilla y los pinchos que Charo preparaba en la cocina de su casa. Llevaba la hostelería en la sangre desde que a los doce años comenzó vendiendo churros. Además de ser un trabajador nato mimaba tanto a los clientes que muchos acabaron convirtiéndose en amigos. Con Antonio como encargado empezaron a prepararse sándwiches, hamburguesas, perritos y raciones. Que completaban la oferta de otros clásicos como Begoña o Sadra.
Cuando llegaban las Fiestas Patronales se convertía en centro neurálgico para las peñas. A diferencia de ahora sólo había dos; Los Mingas y El Albero y no tenían sede estable. Así que paraban por allí con escasos instrumentos musicales y las creaciones de los churreros del pueblo. También solían dejarse caer por la marisquería de Juanito, el hostelero mayor del reino. Que como Juan Manuel y Raúl Lázaro, fue socio de la única peña local con más de medio siglo de vida.
Que también contempló las grandes concentraciones de jóvenes en torno a un gato negro que sostenía una jarra de cerveza frente a la entrada lateral del pub. Esa por la que alguno bajaba disimulando en dirección al baño. Mari Carmen recuerda que a su madre no le gustaba que pudieran usarlo si no habían consumido y les animaba a volver sobre sus pasos recordándoles que fueran a desbeber donde habían bebido.
Grande Charo. Como sus hijos.
DE REGRESO AL J.M.
Por Teresa Gómez Sanz
Tengo recuerdos de muchos años porque mi primo Hermógenes que, hasta poco antes de morir mi padre, vivía con nosotros se pasaba allí media vida jugando a las cartas y tomando sus cervecitas. A los dieciséis años y para que mi padre me dejara salir en Nochevieja le dije que me iba con el primo al pub. Fue la primera vez que alternaba una noche de fin de año. Más tarde, cuando empecé a salir con mi marido, lo frecuentábamos mucho porque Mari Carmen y Raúl son de su familia. Su madre y mi suegra eran primas hermanas.
Si queríamos tranquilidad nos tomábamos algo en la parte de arriba. Nos gustaba ponernos en la mesa situada justo detrás de la barra porque estaba Antonio y los parroquianos éramos siempre los mismos. Si queríamos algo más de jaleo nos íbamos a la parte de abajo. Allí estaba Juanjo, amigo de mi marido y hermano de Vicente, exmarido de Mari Carmen y también Raúl. La música que ponía era muy buena ¡Madre mía! Las risas que nos hacíamos todos juntos.
En Fiestas abrían la salida de emergencia que daba a la calle Norte y nos pasábamos la noche entrando y saliendo.
También hemos pasado muchas, pero que muchas tardes de invierno, allí metidos. Tan a gusto.
Juan Manuel Lázaro y Charo González
Mari Carmen Lázaro con sus padres en San Sebastián
Raúl Lázaro, su padre y un amigo
Antonio Valdenebro y Vicente Crespo
Raúl Lázaro y Jorge Pino
Mari Carmen Lázaro y su madrina, Margarita Becerril
Raúl Lázaro