Le conocí vestido de novia en el salón de La Inseparable. Hace unos cuantos carnavales. Desde entonces no hemos parado de encontrarnos. Sobre todo por plazas, parques y calles de nuestro pueblo disfrazado de ciudad. Los dos llegamos a los tres días de nacer. Yo unos años después. Su abuelo, agricultor y ganadero, hacía pequeños portes con un carro y, a petición de su hijo, Ángel Bernal, tuvo que sacarse el carné a los sesenta para conducir una furgoneta. El nieto dirige ahora una empresa especializada en materiales para el cuidado y mantenimiento de jardines que cuenta con una flotilla de vehículos especializados. Como sus antepasados es un currante nato. A los catorce años ya estaba trabajando y cuatro décadas después sigue al pie del cañón. Pero cuando llega el fin de semana, o es fiesta de guardar, Felipe Bernal se quita el mono de trabajo y se convierte en agitador social. Siguiendo los pasos de su progenitor, comenzó por hacerse socio de la asociación recreativa más antigua y poco a poco fue ampliando el abanico. Ahora es el presidente de la recién nacida Hermandad de San Isidro Labrador. El sábado arrancan sus primeros actos oficiales que, cosas de la vida, coinciden con el 400 aniversario de la canonización del Santo Patrón.
Dice que lo de ser presidente le viene grande. También que no sabe cómo en la última década ha llegado a ser socio de tantas agrupaciones y hermandades. Reconoce que la pregunta es tan necesaria como complicada de responder. Lo que sí tiene muy claro es que el tejido asociativo es fundamental para salvaguardar el pasado, cuidar el presente y apostar por el futuro.
Lo suyo es arrimar el hombro. Lo mismo a un caballete para que baile un gigante que a un trono para pasear a un santo. A comienzos de año hasta se sentó en otro para escuchar las peticiones de los más pequeños volviendo a ser un niño con sombrero… a una infancia de juegos y carreras por huertas y campos, escapadas al taller de su tocayo y captura de reptiles. Cuando dejó de serlo se puso a trabajar con su padre. Era un alumno brillante pero le gustaban mucho los camiones. En la época dorada de la construcción autóctona y de la aparición de nuevas urbanizaciones los portes de material estaban garantizados y había que cumplir con los clientes. Lo que comenzó como recurso estival para sacarse unas pelillas, que gastar después en las fiestas, acabó convirtiéndose en su modo de vida.
A medida que hablamos nos damos cuenta de que tal vez lo que le ha llevado a formar parte de diferentes colectivos sociales tiene que ver con aquello de que nunca es tarde para disfrutar de las cosas bonitas de la vida. También con el hecho de que a los veinte años ya había formado su propia familia. Ahora tiene otra, muchísimo más numerosa, que ha creado haciendo el pueblo que no pudo hacer de joven. Repartida entre asociaciones y hermandades. “Me gusta ayudar y colaborar al mantenimiento de las tradiciones. Por eso pertenezco a La Poza, me hice de la Hermandad de San Sebastián y estoy tan feliz con el nacimiento de la de San Isidro. Además soy congregante de la Consolación y tengo doble nacionalidad; La Lira y La Inseparable”.
Oro, caviar y espigas
Lo de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos merece un punto y aparte. Felipe está enamorado hasta las trancas de las criaturas de Aitor Calleja y grita a los cuatro vientos que la nuestra es la más bonita de España. Fue de los primeros en visitar el taller del artista y ha cargado y descargado muchas veces la furgoneta. Estaba radiante el día que Sus Majestades pronunciaron el pregón desde el balcón del Ayuntamiento. Le comento que pocas veces imaginamos lo que hay detrás. Horas de preparativos, a veces robadas al sueño. De montar y desmontar. Y en este punto Felipe menciona al doctor Granizo y lo relaciona con un monarca frigio. “Juanjo ha hecho un trabajo increíble; es como una especie de rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro”.
Con Juanjo y algunos más acaba de volver de Asturias donde ha escuchado a La Lira. Quería ver la cara de su homólogo, Juan Pedro Álvarez, en su otra patria querida. La Banda Sinfónica ha realizado el primer viaje, tras la pandemia y las procesiones de Semana Santa en Madrid, mostrando su arte en la explanada del Real Sitio de Covadonga y el Auditorio Príncipe Felipe, con la banda de música “Ciudad de Oviedo”. El presidente de la Hermandad de San Isidro se emociona recordando lo vivido con los capataces en las procesiones y el concierto en la capital asturiana. “La banda suena increíble; no soy un experto pero con el tiempo he aprendido a diferenciar el caviar de los huevas de lumpo”.
Hablando de tiempo. Llevamos una hora charlando y se ha pasado volando. Le digo a Felipe que no quiero entretenerle más. Que es tarde y bastante atareado anda con los preparativos de los cultos y actos oficiales de San Isidro. Los primeros sin restricciones para una Hermandad que, aunque tiene estatutos, escudo diseñado por el artista cordobés Manuel Vaquerizo y más de cincuenta hermanos, todavía está en pañales. Por si fuera poco, la primera vez coincide con el 400 aniversario de la canonización del Santo Patrón de Madrid. “Es un programa humilde pero preparado con mucho cariño; comenzamos el sábado por la mañana en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora adornando al Santo. Por la tarde hay concierto de la banda juvenil de La Lira y pasacalles con los gigantes y cabezudos. El domingo es el día grande, con eucaristía solemne en honor a San Isidro Labrador y bendición de los campos”.
Hasta aquí puedo escribir. Claro que podría añadir que el centro de la ciudad sonará a solidaridad los próximos días 21 y 22 de mayo. Felipe me dijo hace varias semanas que se va a liar una muy gorda. Pero esa es otra historia. Seguro.
Asunción Mateos Villar